MARTINI
Varios años atrás, cuando
aún me vestían con pantalones cortos y gorra, cuando aún me vestía mi madre,
murió mi tío Martín Ignacio. Un hombre delgado, de tez morena, con tatuajes de
espinas y espadas en cada uno de sus brazos; su rostro, marcado por el vicio,
me hacía pensar en la muerte, y su cabello en la llama de una vela que se
desvanece con la brisa suave.
Él vivía con mi abuela, el
último de los hijos, el menor, quien no se había ido de casa para empezar su
propia vida como los demás, y al parecer, quien no lo haría pronto. Era un vago
sin remedio; salía todas las noches, o la mayoría de ellas, con sus amigos a
algún sitio donde embriagarse y volvía en la madrugada tambaleándose de uno de
sus naufragios etílicos. Mi abuela, como buena madre, le abría la puerta y lo
sermoneaba, aun sabiendo que el triste beodo no podía escuchar ni su propia
conciencia. A veces era violento, sin embargo siempre andaba desarmado. En
ocasiones llegaba con heridas de armas blancas y golpeado de alguna riña en la
que se vio involucrado, y recuerdo que en una ocasión se lo llevó la policía
por una contienda con otro alcohólico en la manzana donde vivíamos. En sus
momentos de sobriedad, era un tipo amable, tranquilo y soñoliento. Su
habitación era la más pequeña de la casa, solo cabía su cama y un mueble para
su ropa. Era todo lo que necesitaba.
El último día que lo vieron
vivo, salía como de costumbre, con camisilla blanca y jeans hielo bastante
gastados a eso de las nueve de la noche. Un tipo lo recogió en su moto rx115 y
partieron estruendosamente. A las cuatro de la mañana llamaban a mi abuela para
darle la mala nueva. La noticia se espació rápidamente, pero solo mi abuela y
algunos familiares realmente sintieron la pérdida, otros ya lo preveían.
Según me contaron, se encontraban
bebiendo fuera de una licorería, él y su amigo. Ninguno de ellos estaba
empleado y posiblemente se dedicaban al hurto puesto que siempre tenían dinero
para comprar bebidas alcohólicas. Se quedaron sin dinero para trago, pues
pensaron en robar al dueño del local. Pidieron una garrafa de aguardiente y
cuando la tuvieron en las manos se dieron a la fuga en la motocicleta. El
vendedor los persiguió en su vehículo con arma en mano y en una de sus
descargas, logró impactar la espalda de Martín, quien fue atravesado y murió al
instante. El conductor de la r115 recibió la misma bala pero siguió conduciendo
hasta llegar a la clínica, donde a pocos minutos de ser intervenido, murió por
la detonación del proyectil.
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ReplyDeleteInteresante crónica, destaco la caracterización del personaje, el lenguaje sencillo que emplea hace que la crónica se desarrolle de manera locuaz, aunque sea corta no la hace simple. Veo que es una interesante historia que ofrece elementos para ampliar, aconsejaría profundizar en el ambiente del texto.
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ReplyDeleteUna buena historia que sería bueno profundizara un poco más ya que solo queda en hechos puntuales, la descripción y la muerte del personaje se quedan cortas para lo que uno espera pueden llegar a ser, también sería bueno intentar jugar con algunas herramientas que le den un tono distinto a la historia como los diálogos o las imágenes
ReplyDeleteEsta crónica es buena, el personaje a lo largo del texto adquiere rasgos interesantes que debería desarrollar más, en general es un texto bien logrado, tiene los elementos de una crónica y la narración es fluida.
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